partidosocialistabb: Las nefastas ideas de la derecha Argentina.

25 julio 2009

Las nefastas ideas de la derecha Argentina.

La derecha argentina surgió a la escena política del siglo XX como una expresión claramente reaccionaria frente a hechos internacionales como la democracia liberal en Europa y la Revolución Rusa; y nacionales como la sanción de la Ley Sáenz Peña, la llegada al poder del radicalismo y la organización del movimiento obrero argentino.

Uno de los autores más admirados por los derechistas argentinos fue Marcelino Menéndez y Pelayo (1852-1912) que planteaba que la gloria de España estaba en relación directa con su intolerancia política y religiosa: "Nunca se escribió más y mejor en España que durante los dos siglos de la Inquisición". Parece que según don Marcelino, la expulsión de los judíos y los moros y la quema de supuestos "herejes" en plazas públicas resultaron inspiradoras para un Cervantes, un Quevedo, un Góngora, un Lope de Vega, aunque leyéndolos, uno no encuentre ningún elemento que vincule su genialidad con las masacres del Santo Oficio.

Pero lo que cautivaba a los derechistas argentinos era aquello de que la gloria de una Nación estaba en relación directa con la poca atención que se les prestaba a los reclamos y aspiraciones de las mayorías populares, aquella invitación a ejercer sin pudor el "derecho divino a mandar" de aquella clase patricia que se había construido una historia de guerreros y sacerdotes a la manera de aquella "España evangelizadora de medio mundo, a la España flagelo de los herejes". Menéndez y Pelayo y los derechistas europeos estaban convencidos de que la Ilustración y las ideas difundidas con la Enciclopedia y el triunfo de la Revolución Francesa significaron la decadencia de la humanidad y el ingreso en "la época de la historia más perversa y descreída". (1)

Siguiendo al pensador español, nuestros nacionalistas glorificaban el espíritu guerrero y apostólico de la Edad Media y los Reyes Católicos. Añoraban aquella sociedad donde no había clases sociales móviles sino castas inamovibles, donde el que nacía rico moría más rico y el que nacía pobre sabía resignadamente que moriría más pobre porque "así lo quería Dios".

Era un pensamiento fundamentalista, que desdeñaba el progreso y pugnaba por la restauración definitiva de un orden autoritario y jerárquico de un Estado absolutista en profunda relación con el poder eclesiástico donde la disciplina social y el sometimiento a los poderosos estuviesen fuera de discusión.

El otro intelectual extranjero que influyó decididamente en la formación ideológica del nacionalismo argentino fue el francés monárquico Charles Maurras (1868-1952). Cuando a comienzos de la década de 1890 se produjo el affaire Dreyfuss, surgió en Francia una fuerte corriente antisemita. En ese contexto Maurras funda la Acción Francesa, una agrupación antisemita de extrema derecha que propugnaba una vuelta a la monarquía absoluta y a los valores políticos y sociales previos a la Revolución Francesa; profesaba el ateísmo pero le daba a la Iglesia un rol fundamental en la restauración de los valores tradicionales y en la disciplina social.

Para los "nacionalistas" el liberalismo y el marxismo son sus principales enemigos. El primero por su defensa del individuo y el segundo, por su concepción clasista de la sociedad cuestionadora de la propiedad privada y de la idea de nación.

Eugenio Cambaceres en su libro En la sangre (1887), hace una verdadera descripción zoológica de los inmigrantes que comenzaban a poblar la Argentina. Julián Martel, haciéndose eco de las ideas de la derecha francesa, les echaba la culpa a los judíos por la crisis de 1890 (que tenía causantes y beneficiarios claramente criollos y de apellidos "patricios" occidentales y cristianos). El autor de Juvenilia, Miguel Cané, lanzó una campaña contra los "extranjeros indeseables" que culminaría en 1902 con la sanción de una nefasta ley de su autoría, la 4144 (Ley de Residencia), que permitía la expulsión de inmigrantes sin más trámite que una denuncia en su contra que lo sindicara como agitador social.

Pero además de la abundante tradición literaria, la tradición política de la oligarquía argentina previa a la Ley Sáenz Peña avalaba de hecho un pensamiento autoritario de derecha a través del fraude electoral, el desprecio por la voluntad y la opinión popular, la marginación del inmigrante, la persecución al gaucho para transformarlo en peón, el despojo de sus tierras y el asesinato en masa de los pueblos originarios y la represión sangrienta del movimiento obrero y de las rebeliones radicales.

El pensamiento nacionalista que rescataba y reclamaba el protagonismo del pensamiento católico reconocía en los militares la otra pata de los representantes del orden, la jerarquía y los valores occidentales y cristianos. Manifestaciones de aquel nacionalismo autoritario fueron la reacción del Centenario contra el movimiento huelguístico de 1910 o la Liga Patriótica surgida en 1919.

El poeta Leopoldo Lugones, que había pasado por el anarquismo y el socialismo, fue sistematizando los temas preferidos de la derecha argentina: la decadencia de la democracia, terminar con el sufragio universal, la descalificación de toda la clase política, la "necesaria" represión al movimiento obrero y la desconfianza y el desprecio hacia el pueblo en general y al inmigrante en particular. Lugones sabía que para lograr que se instalaran aquellas ideas que iban a contramano de la historia y de la voluntad popular hacía falta un cambio de régimen y ese cambio no vendría de las urnas sino de las espadas.

Decidió lanzar a viva voz la convocatoria al primer golpe de Estado del siglo XX en nuestro país. Fue en Lima, en ocasión de la conmemoración de los 100 años de la batalla de Ayacucho, aquella que puso fin a más de 300 años de dominación hispánica. Allí dijo el autor de La guerra gaucha: "Ha sonado otra vez, para bien del mundo, la hora de la espada. Así como ésta hizo lo único enteramente logrado que tenemos hasta ahora, y es la independencia, hará el orden necesario, implantará la jerarquía indispensable que la democracia ha malogrado hasta hoy, fatalmente derivada, porque ésa es su consecuencia natural, hacia la demagogia o el socialismo (...) El ejército es la última aristocracia". (2)

La gravedad de las palabras de Lugones serán el prólogo del nefasto golpe de Estado del 6 de septiembre de 1930 del que tendrá el "honor" de ser el redactor del comunicado oficial que firmó el golpista Uriburu, inaugurando un lamentable género literario argentino.


Felipe Pigna.